Cuando se nos preguntan en los foros o conferencias en que hemos sido invitados en diferentes universidades sobre los derechos humanos, la solidaridad, los valores familiares, la paz y la guerra etc., si "¿todavía existen los derechos humanos para los pobres?", esta es una pregunta que nos pone a dudar por que honestamente pareciera que no. Pues las clases más privilegiadas han absorbido con sus tentáculos poderosos hasta los derechos de los más indefensos.
Si hacemos un serio análisis sobre la pobreza, encontraremos que en el mundo actual hay 2000 millones de personas que viven bajo el nivel de la pobreza. Un cuarto por ciento disfruta de una vida acomodada y de placeres. Por ejemplo, en América Latina 180 millones viven en la pobreza y 80 en la miseria. ¡Que escándalo social! Estas cifras de extrema pobreza generalizada tienen rostros concretos, con nombres y apellidos, rostros pobres, seres humanos viviendo en las laderas de las montañas, en las barriadas cerca de quebradas y arroyos de aguas contaminadas, en casuchas de cartón y latas oxidadas, niños y ancianos desfigurados por el hambre, mujeres maltratadas, violencia y miles de familias desplazadas por el conflicto armado.
De ese empobrecimiento creciente de millones de seres humanos que llega a intolerables extremos de miseria, es el nuevo efecto de “una injusticia institucionalizada” que se desprende de donde el desvalido, el pobre no puede ejercer el derecho de salir de esa situación. Los sacerdotes, los politiqueros, los sociólogos, los humanistas y los santos gritan a cuatro voces de que los pobres tienen derecho a la libertad, a la salud, a la educación, a la alimentación, a una vida digna, a la vida, y nos preguntamos de que vale todo ese repique de campanas, si media humanidad carece de las condiciones, medios e instrumentos para ejercerlos.
En el mundo de los desamparados, además de la muerte física y cultural, la carencia de alimentos, de un hogar, de instrucción, de higiene, de medicinas, se padece la ausencia de derechos humanos. Es el mundo de la insignificancia. El pobre es insignificante en la sociedad, es invisible, no tiene nombre. Los pobres tienen números, no tienen nombre. ¿Que nos ganamos en regalarle a un niño un computador, un televisor, un radio etc. cuando en su casa no tiene energía eléctrica? El pobre tiene posibilidades, riqueza, virtualidades de ser persona. Tiene su modo de sentir, de pensar, de amar, de crecer, de sufrir, de gozar, de orar. Reconocer el derecho del pobre es tomar conciencia de sus potencialidades y capacidades, que no se le han reconocido y ahora queremos asumir. Mientras no existan los derechos de los pobres no existirá la Paz.
sábado, 20 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario