Rev. José Eugenio Hoyos
Hoy hablamos de una Iglesia renovada, de una iglesia espiritual con un evangelio que ayude a devolver la esperanza a los más pobres y que los cristianos a través de la fé puedan encontrar al Cristo Vivo.
¿De que depende el futuro de la Iglesia, de la eficiencia de su organización, de su poder institucional o de una espiritualidad renovada y más radical?
Debemos volver a las fuentes de recuperar el sentido genuino de Jesús. ¿Somos la Iglesia, que nace de la Pascua y de Pentecostés que esta comprometida con la obra de amor que inicio Jesús? A partir de la resurrección, nada es como antes, en la historia ha interrumpido la novedad radical que lo transforma todo.
Me viene a la memoria un hecho de la vida del gran profeta de nuestro tiempo Juan XXIII, en 1903 que siendo joven se confiesa así mismo como habido de cosas nuevas, libros nuevos, sistemas nuevos, personas nuevas.
Ese es el fruto y la consecuencia de la Fe en el resucitado, en la Pascua, de la que nace una Iglesia joven, dinámica, verdadera fraternidad de apóstoles, que se alimentan en la contemplación de la palabra, de la Eucaristía, que vive en comunión, que salen en misión por los caminos del mundo para hacer participes a mujeres y hombres de la novedad de Jesús.
La Iglesia de cristo debe ser una comunidad de inserción que evangeliza desde la opción por y con los pobres. Debemos movernos desde un proyecto integrador, que abarque todas las dimensiones de la persona que tiene hambre, que necesita escuela, cuidados de salud de higiene, que necesita de Dios. Que en nuestra Iglesia se sienta la fuerza liberadora de Jesús y de su evangelio, inculturando en todo hombre que tenga fe.
Debemos ser la voz de los que no tienen voz y ayudar a romper las cadenas de esclavitud del racismo y de la discriminación y de esa forma los católicos nos pondremos las sandalias del señor para dar los pasos en los caminos de la libertad y la justicia.
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