Solo si nos queremos como somos aprendemos a querer a los demás. Cada individuo en el universo ha sido creado por Dios con mucho amor. Por lo tanto somos imagen y semejanza divina. Dios nos quiere a todos por igual y espera que de igual forma nos queramos los unos a los otros. Jesucristo dentro de las sagradas escrituras estuvo repicando y predicando la unión y la igualdad entre los seres humanos y estoy convencido que todavía continua el mismo llamado de generación en generación.
Un ejemplo de ello lo encontramos en San Lucas capítulo 7 versículo 31 al 35: “¿Con quien podré comparar a hombres de este género? Son semejantes a esos muchachos que sentados en la plaza, cantan unos a otros aquello de: “Os tocamos la flauta y no danzasteis; entonamos lamentaciones y no llorasteis.” Porque vino Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino y vosotros decís: “Esta endemoniado,” ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe y decís: “Es un hombre glotón y borracho, amigo de publícanos y pecadores. Mas la sabiduría ha quedado justificada por todos sus hijos.” Este es un buen ejemplo de la parábola – los que critican y nunca se comprometen con nada, ni con alguien.
De un autor anónimo es este inspirado mensaje: “Prométete a ti mismo ser tan fuerte que nada pueda turbar la paz de tu mente. Hablar a todos de salud, felicidad y prosperidad. Hacer que los demás sientan siempre que hay algo bueno en ellos. Prométete a ti mismo mirar el lado luminoso de la vida, actuar con optimismo, pensar solo en lo mejor y esperar lo mejor. Ser tan entusiasta del éxito de los demás como del tuyo propio, olvidar los errores del ayer y luchar por las metas del mañana.
Prométete sonreír más y dedicar tiempo a tu mejoramiento personal y a tus seres queridos. Ser suficientemente generoso, firme y tolerante para combatir la pesadumbre, el miedo y la ruindad; ser feliz y dar felicidad. Son promesas de mejoramiento personal que conducen al puerto de la felicidad cuando se convierten en compromisos de vida. Así, sembrando lo mejor. Conviene tomar conciencia de que un día se nos pedirá cuenta de los talentos recibidos. Ojalá medites el capítulo 25 de San Mateo.
Un ejemplo de ello lo encontramos en San Lucas capítulo 7 versículo 31 al 35: “¿Con quien podré comparar a hombres de este género? Son semejantes a esos muchachos que sentados en la plaza, cantan unos a otros aquello de: “Os tocamos la flauta y no danzasteis; entonamos lamentaciones y no llorasteis.” Porque vino Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino y vosotros decís: “Esta endemoniado,” ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe y decís: “Es un hombre glotón y borracho, amigo de publícanos y pecadores. Mas la sabiduría ha quedado justificada por todos sus hijos.” Este es un buen ejemplo de la parábola – los que critican y nunca se comprometen con nada, ni con alguien.
De un autor anónimo es este inspirado mensaje: “Prométete a ti mismo ser tan fuerte que nada pueda turbar la paz de tu mente. Hablar a todos de salud, felicidad y prosperidad. Hacer que los demás sientan siempre que hay algo bueno en ellos. Prométete a ti mismo mirar el lado luminoso de la vida, actuar con optimismo, pensar solo en lo mejor y esperar lo mejor. Ser tan entusiasta del éxito de los demás como del tuyo propio, olvidar los errores del ayer y luchar por las metas del mañana.
Prométete sonreír más y dedicar tiempo a tu mejoramiento personal y a tus seres queridos. Ser suficientemente generoso, firme y tolerante para combatir la pesadumbre, el miedo y la ruindad; ser feliz y dar felicidad. Son promesas de mejoramiento personal que conducen al puerto de la felicidad cuando se convierten en compromisos de vida. Así, sembrando lo mejor. Conviene tomar conciencia de que un día se nos pedirá cuenta de los talentos recibidos. Ojalá medites el capítulo 25 de San Mateo.
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