jueves, 18 de junio de 2009

Para los pobres hay bienaventuranzas y para los ricos condenaciones

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Antes de comenzar el Año Sacerdotal, seria bueno que nos preguntáramos todos los sacerdotes del mundo si en realidad nos estamos preocupando, trabajando, defendiendo e incluyendo en nuestras agendas tan ocupadas a los pobres, los marginados y excluidos de la sociedad.


Desde que tenía aspiraciones a la vocación sacerdotal uno de mis grandes anhelos era ser misionero y darme en su totalidad en entrega a los más pobres. Pero en realidad lo que yo esperaba por circunstancias eclesiales no se ha cumplido en su totalidad. Cada año que pasa en mi vida sacerdotal quisiera tener más programas de inversión social y solidaria en mi ministerio. Recuerdo las palabras de Ellacuria sobre los pobres: “No es fácil ni simple conceptuar que son y quienes son los pobres”. “La Iglesia de los pobres no es aquella Iglesia que, siendo rica y estableciéndose como tal, se preocupa de los pobres; no es aquella Iglesia que, estando fuera del mundo de los pobres, les ofrece ayuda” (Mysterium Liberationis, 147).

Creo que llevamos en el costado clavada la flecha de no sabe uno qué desazón o remordimiento. Dice la carta de Santiago (2, 2-4): «Entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio y le decís al primero: siéntate aquí, en un buen lugar; y al pobre: tú quédate de pie o siéntate en el suelo».

Hace unos días el Papa Benedicto XVI ha pedido urgentemente a los líderes de las naciones que le pongan más atención al hambre mundial y a la crisis económica. El espera que a la reunión mundial que se efectuará en la ONU en Nueva York el 24 y 25 de junio se le de un espíritu de sabiduría y solidaridad para que esta crisis que estamos viviendo se convierta en signo y esperanza de oportunidades. El Papa Benedicto XVI está preparando para este verano una nueva encíclica titulada: “Caritas In Veritate.” Ojalá los líderes mundiales lean, presten atención a este llamado de la Iglesia de solidarizarse y ayudar a los pobres.

Fe, oración, sin obras no funciona. En este Año Sacerdotal seria ideal que cada sacerdote nos involucráramos con seriedad y entrega a servir con amor a la iglesia de los pobres.